martes, 15 de abril de 2025

Bernardo González White, Begow. Honras fúnebres. Abril 12, 2025 ... NTC ... COMPLEMENTACIONES

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Bernardo González White, Begow. Honras fúnebres. 

Abril 12, 2025 ... 

NTC ... COMPLEMENTACIONES 


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BERNARDO GONZÁLEZ WHITE, Begow

Frontino, Antioquia, Colombia, junio 21 de 1943

Medellín, Antioquia, Colombia, abril 4 de 2025 

Fotografías (Medellín, 2008) por María Isabel Casas R. 

MEMORIA, HOMENAJE, AGRADECIMIENTOS, ... 




Bernardo González White, Begow. Honras fúnebres. Intervención. Por Juan Guillermo Hoyos Gaviria. Abril 12, 2025

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Proximamente ... 










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Bernardo González White, Begow. Honras fúnebres. PALABRAS PARA EL AMIGO BEGOW. Por Luis Fernando Múnera López. Abril 12, 2025.

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PALABRAS PARA EL AMIGO BEGOW

 

Por Luis Fernando Múnera López

  

Vengo a para expresar nuestros sentimientos en esta despedida a Bernardo. Lo haré a título personal, y también en representación de la Academia Antioqueña de Historia.

 

En lo personal quiero manifestar que soy un privilegiado, porque en los últimos años la vida me enseñó que la amistad no es una relación solamente para compartir momentos divertidos con otras personas. La amistad es una hermandad espiritual que nos une desde el alma, y esta relación no llega de pronto, como sí llegan los hermanos de sangre, sino que se construye poco a poco a lo largo del tiempo.

 

En este sagrado recinto hoy están presentes varias personas que han llegado a convertirse en mis hermanos espirituales. Uno de ellos es Bernardo, y hablo en presente porque, aunque ya no tengamos su presencia física, nada lo sacará de mi alma jamás.

 

Podríamos hablar largo rato de los valores humanos de Bernardo, pero me limitaré solamente a tres: sus conocimientos, su sabiduría, y su generosidad.

 

Conocimientos no es igual a sabiduría. Lo primero se refiere a saber cosas, mientras la sabiduría es la capacidad de entender la vida y orientarla en beneficio de la comunidad. Bernardo era rico en esas dos dimensiones, y de ellas venía su generosidad con los amigos. Bernardo pasó por la vida pensando más en los demás que en sí mismo.

 

Por ello quiero aprovechar este momento solemne para dar gracias a Dios por haber puesto en mi vida a Bernardo y a mis demás hermanos del alma que hoy nos acompañan.

 

Hablo ahora en representación de la Academia Antioqueña de Historia.  Bernardo dominó como pocos las disciplinas de la historia, la filatelia, la numismática, y la notafilia; y desde hace muchos años asesoraba a miembros de nuestra Academia y a otras entidades como el Banco de la República; como la antigua Adpostal, hoy 4-72; Suramericana de Seguros; y otras entidades que lo consultaban en proyectos sobre esas materias.

 

Por ello durante varios años estuvimos invitándolo a ser miembro de nuestra institución, sin que nos aceptara, hasta que hace unos dos años decidió solicitar el ingreso*. Aunque fue un tiempo corto, fue un honor y una alegría tenerlo con nosotros.

 

Muchas gracias.

 

Luis Fernando Múnera López

 

(El Dr. Múnera terminó su alocución leyendo la resolución expedida en formato protocolar por la Academia Antioqueña de Historia, en la cual se exalta la vida y obra del académico fallecido)

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  * NTC … 6 de noviembre de 2022

Bernardo González White. Miembro Correspondiente de la Academia Antioqueña de Historia. 1 de noviembre de 2022.

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BERNARDO GONZÁLEZ WHITE, Begow

Frontino, Antioquia, Colombia, junio 21 de 1943

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MEMORIA, HOMENAJE, AGRADECIMIENTOS, ... 


Bernardo González White, Begow. Honras fúnebres. Bernardo González White, Begow QEPD . Por Orlando Ramírez Casas ( ORCasas). Abril 12, 2025

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De: Orlando Ramírez Casas Orcasas Orlando 

Date: dom, 13 abr 2025 a las 21:04
Subject: Bernardo González White, Begow QEPD
To: CCO: Gabriel Ruiz A. (NTC ...)  ET AL 


Hola, jóvenes:

 

Hace menos de una semana, o tal vez un par de días más, me refería a la amistad como círculos concéntricos que rodean el punto exacto donde cae una piedrecilla en la laguna, y justo a poco de haber hecho esa comparación me sorprendió la noticia de la muerte de Bernardo González White, Begow, acaecida el 4 de abril de 2025, faltándole dos meses “y monedas” para cumplir los 82 años de vida, puesto que nació el 21 de junio de 1943.

 

Era una muerte esperada, puesto que había sobrevivido a infartos, y cirugías, y agravamientos, que lo hicieron decir que él ya había muerto una vez y era un sobreviviente. Esa supervivencia (sobrevivencia como que me suena mejor en este caso, no sé porqué), le permitió poner orden en sus cosas, mentalmente preparado para saber que la próxima vez sería la definitiva, y que la fecha no podía estar muy lejos. Así fue.

 

Alguna vez me dijo que él no había hecho aportes para la pensión en la seguridad social, y que su jubilación la constituía la cantidad de chécheres y trebejos que había acumulado en el transcurrir de toda una vida. Con su venta, de a pocos, esperaba vivir con dignidad lo que le restaba de tiempo en este mundo, por lo que empezó por inventariar las cosas de más relevancia y trasladarlas a buen recaudo, entregó la oficina que durante tantísimos años ocupó en el sexto piso del edificio La Bastilla de la Avenida la Playa frente al Edificio Coltejer, oficina que muy apropiadamente apodaba La Alcancía, por pequeña y repleta de billetes y monedas y estampillas y libros y antigüedades. (Ver al final) Devolvió a la compañía telefónica el teléfono fijo de la oficina “porque ya no lo necesito”, y murió llevándose el punto de no haber adquirido nunca un teléfono celular. Sólo se quedó con el teléfono fijo residencial que trasladaba de apartaestudio en apartaestudio cada que se trasteaba buscando siempre vivir en los alrededores de la Academia Antioqueña de Historiadonde tengo enterrado mi corazón”, según me confesó alguna vez. Se enorgullecía de haber sido designado miembro académico correspondiente de dicha entidad. Muchas veces (y no fueron pocas sino muchas, en verdad), traté de contactarlo por el teléfono fijo pero él no contestaba ni devolvía llamadas. “Es que él prácticamente se ha venido aislado de todo el mundo, incluidos sus más cercanos”, me dijo la secretaria de la Academia, que recibía recados y se los entregaba en la primera oportunidad. “Pero no se preocupe, no es nada personal, lo mismo pasa con todo el mundo”, me dijo la secretaria que en los últimos años se convirtió en el ángel guardián que cuidaba los pasos de su “querido viejito”.

 

Sólo dos amigos, al parecer, lograban romper el cerco de su aislamiento, pero no cuando ellos buscaban sino cuando él quería. Jorge Cardona, su paisano numismático y filatélico, por cuestiones de paisanaje frontineño y demás afinidades; y Jorge Rendón, su amigo numismático y filatélico del suroeste, que le anunciaba visita y le compraba cosas de su mutuo interés, convertido en recurso pensional del final de la vida de Bernardo.

 

Por la música de su gusto puede uno juzgar el talante de las personas, y al momento de despedirlas los seres queridos pueden hacer sonar la canción de Darío Gómez “Nadie es eterno en el mundo”, en muchos casos; o hacer sonar “Cuando un amigo se va” (queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo), de Alberto Cortez. Sabedor de que a mí me gusta el tango, me dijo que a él antes le gustaba mucho, pero ya no. “Dejá de hablar bobadas, hombre Begow, que el tango es un bicho que cuando se le mete a uno ya no lo abandona por el resto de la vida”, le dije; y él me contestó que “yo le tomé fobia, mucha, fobia. Después te cuento”. Fue su manera de decirme que su pelea con el tango no era cosa de contar.

 

Durante el sepelio en la Catedral Metropolitana de Medellín, uno de los panegiristas mencionó que Begow se emocionaba oyendo el vals ecuatoriano Corazón Prisionero, del Dúo Bowen Villafuerte, vaya uno a saber porqué lo conmovía ese “Corazón prisionero, ¿Por qué te enamoraste, condenándome en vida a este amargo sufrir?”. Cuando un amigo de uno se sacude de esa manera, es mejor callar para no exponerse a un “no pregunte bobadas, que esas cosas no se preguntan”. Bernardo no tenía inconveniente en bajarlo a uno de la nube, si se atrevía a semejante impertinencia.

 

Una fotografía de gran tamaño de Bernardo sonriente, de cuando estaba pleno de salud y de facultades, acompañaba las cenizas a la entrada del presbiterio.

 

Mi vecino de asiento se quejó de la mala acústica de la Catedral, que fue notoria cuando hablaron los cuatro panegiristas, pero no cuando el celebrante pronunció la homilía. Tengo la sensación de que los defectos de sonido fueron de enfoque de la voz, la modulación, la distancia, y la altura del micrófono. El cura ya está acostumbrado, y tiene el atril graduado a su medida.

 

Aprecié, en cambio, la muy buena acústica del amplio recinto para el sonido del órgano catedralicio de gran tamaño y virtuosamente tocado por un corista que es a la vez un tenor de lírica voz graduada en academia o conservatorio musical. Eso se aprecia en el volumen y tonalidad de la voz, y en la perfecta dicción de las letras en latín. La soprano acompañante no se queda atrás en el profesionalismo de su interpretación. El Ave María, de Franz Schubert me conmovió, y me conmovió también el Stabat Mater con letra del Papa Inocencio III y música del monje Iacopone da Todi, que tiene más de doscientas versiones pero esta es la más clásica y tradicional, y bien la tengo grabada en los oídos de cuando en mi niñez un organista de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Buenos Aires la interpretaba durante las semanas santas, antes de que a los milenials les diera por cantar el “Gracias a la vida” de Mercedes Sosa durante el Sermón de las Siete Palabras. Cada cosa en su lugar, y Mercedes Sosa en ese momento me suena como “Cambalache” durante la procesión de la Virgen Dolorosa.

 

Los cuatro panegiristas que se dirigieron a la audiencia al final de la ceremonia fueron:

 

–     El Dr. Luis Fernando Múnera López, contertulio del Edificio la Bastilla, y presidente de la Academia Antioqueña de Historia.

 

–     El columnista Oscar Domínguez Giraldo, contertulio del Edificio la Bastilla.

 

–     El Dr. Juan Guillermo Hoyos Gaviria, del círculo de numismáticos y filatélicos.

 

–     Elbacé Restrepo González, columnista y contertulia del Edificio la Bastilla.

 

El templo escogido para el sepelio de cenizas presentes fue, pues, un lugar imponente; y el acólito que acompañó al celebrante fue nadie menos que el padre Daniel Chamorro, un joven sacerdote que Begow conoció cuando era un niño de doce años aficionado a la filatelia y con aspiraciones de entrar al seminario. Se hicieron amigos, con una amistad que no acaba ni siquiera con la muerte, y Begow contaba con mucho orgullo que el muchacho había sido seleccionado para enviar a estudiar a Roma en la Gregoriana o alguna de esas instituciones que el Vaticano reserva para los que se proyectan hacia el episcopado. Si su carrera sigue así, tal como lo vaticinaba Begow, es posible que algún día le cambiemos el título de padre por el de monseñor.

 

Hubo un detalle un poco ingrato, digamos, para la memoria de Begow, y es que la nutrida asistencia de sus amigos y familiares se pierde en el paisaje del imponente templo. En la capilla del Cementerio Campos de Paz con seguridad se hubiera visto hasta gente de pie, pero allí donde estábamos la asistencia se perdía en la inmensidad de las naves.

 

La familia y amigos, con actitud sobria y contenida, estuvo ausente de llantos y lloros y alaridos de última despedida que suelen verse en otros sepelios. Eso coincide con el talante de Begow que tal vez solamente se permitiera alguna furtiva lágrima saliendo de sus ojos, pero nada de cataratas a moco tendido. Allí vi a sus hermanos, que viajaron desde Norteamérica. Vi a sus sobrinos y parientes de Medellín. Vi a su ex esposa Beatriz; a sus hijas Camila, la mayor; y Sara, la menor; a su nieta adolescente, Isabela. Allí estábamos muchos integrantes de la tertulia de La Bastilla, muchos compañeros de la Academia Antioqueña de Historia, muchos numismáticos, muchos filatélicos.

 

Algunos, por razón de las circunstancias, ocupamos los asientos de adelante, en las dos o tres primeras bancas de ambas naves. Otros prefirieron hacerse en el medio, buscando discreción. Y algunos pocos prefirieron hacerse al final, en la parte de atrás, listos para esfumarse a la salida y rehuir los saludos, besamanos, y socializaciones postcafé o postcoctel que rematan este tipo de ceremonias. Muchos amigos de Begow hubieran querido ir, pero no pudieron. De lo que sí estoy seguro es de que todos los presentes lo estaban por un sentimiento de dolor por la pérdida del amigo y familiar. Una misa solemne simplemente por deporte o por amor al arte no se la aguanta nadie, y a nadie se le ocurre despedir a quien no quiere. Todos los que allí estábamos, lo queríamos.

 

La última vez que me vi con él fue en noviembre de hace año y medio, cuando nos citamos para almorzar a las 12.30 pm. en el Salón Versalles, casi al frente de la Catedral. Ya había entregado la oficina del Edificio la Bastilla. Supe que había estado regalando libros y cosas a los amigos, sin presentir que se trataba de una forma de despedida. Llegué media hora antes, para ocupar mesa, y él llegó a la hora precisa. Almorzamos y departimos coloquial y afectuosamente, como siempre, hasta las 2.30 pm. en que me anunció que debía retirarse porque tenía otro compromiso. Yo me quedé cuadrando la cuenta y terminando de consumir la bebida que había pedido. El mesero se acercó y me dijo: “Don Bernardo viene a almorzar con frecuencia, pero es la primera vez que se demora tanto tiempo conversando”.

 

En ese almuerzo me regaló un ejemplar de un libro facsimilar manuscrito de poemas de León de Greiff para su esposa Matilde Bernal Nicholls de De Greiff, en edición de lujo empotrada en estuche de cuerina color rojo y certificada por la notaría 4ª. de Bogotá con la firma del Notario Dr. Rodrigo Escobar Navia. Mi libro resultó ser el ejemplar nro. 68 de una edición limitada. Me dio mucha alegría de poseer esa joya atesorable, ...

y nada me permitía prever que iba a ser el afectuoso recuerdo de este amigo a quien conocí cuando la Alcaldía del Dr. Alonso Salazar patrocinó la edición de mi libro Buenos Aires, portón de Medellín y encargó a la editora Lucía Donadío de hacer ese trabajo con el que ella dio inicio a las labores de Sílaba Editores en septiembre del año 2009. Lucía comunicó la presentación del libro en la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín a su amigo Gabriel Ruiz Arbeláez del blog NTC ... de Cali, y éste encargó a su pariente Bernardo González White de que asistiera y tomara fotografías para documentar el acontecimiento. (En la fotografía de la derecha: Lucía Donadío y Bernardo González White (Begow) - libro en mano - en el evento, septiembre 17,  2009.) 


Tomar fotografías era otro de los reconocidos hobbies de Begow, quien asistió con los amigos contertulios de La Alcancía del sexto piso de La Bastilla. Allí los conocí, y a poco me invitaron a hacer parte del grupo que se reunía una vez al mes en dicho lugar, con mesa buffet de pasabocas aportada por cada contertulio, y “que cada quien cargue con el licor que quiera tomar”. La mayoría no pasaba de gaseosa, tal cual copa de vino de consagrar, y tal vez un par de vasos de whisky, pero no era más. Un par de amigos y yo hacíamos los honores a la Fábrica de Licores de Antioquia. Allí llegaba Elbacé Restrepo con un paquete de empanaditas de iglesia hechas por ella misma, alguno aportaba una tabla de quesos y jamones de las charcuterías de Carulla, otro más desplegaba alguna bandeja de salami, pepperoni y jamón serrano importado, y Begow era la estrella del paseo con una bandeja de corvina en cebiche exquisitamente preparado por él mismo, cuya preparación empezaba desde la semana anterior con la compra de la corvina fresca, la retirada de las espinas, la picada en cubos, la puesta para adobo en salmuera dentro de la nevera, la mezcla de vinagre y jugo de limón con sal, la disposición en la bandeja de manera atractiva, las ramitas de perejil para adornar los bordes, el acompañamiento de galletas de soda. Todo un ritual, y había que ver el orgullo y la sonrisa de satisfacción con que él contemplaba el gusto –el regusto– con que los contertulios daban cuenta de ese banquete. Ninguna cantidad hubiera sido suficiente para complacer las apetencias de la manada. Las tertulias de la Bastilla (y no hablemos de los enriquecedores temas de conversación en un grupo selecto y de alto nivel intelectual), fueron una experiencia gratificante e inolvidable.

 

Soy católico, creyente y practicante, pero detesto el tipo de proselitismo que practican los Testigos de Jehová cuya sola vista de ellos parados en una esquina me hace cambiar de acera. Lejos está de mis intenciones el tratar de convencer a nadie de que se matricule en mi bando. Nunca indagué, por lo tanto, cuales eran las creencias o prácticas de Begow; pero un día, a propósito de cualquier cosa, me hizo una confesión, y sé que no soy infidente ni lo estoy traicionando al compartirla. Eso lo sé, porque alguna vez escribí un correo que a él le llegó por ser uno de los inscritos en mi lista de destinatarios de la columna que publico semanalmente, y de los que insistió en que no lo fuera a retirar de allí. Él me corrigió un par de detalles de percepción, pero corroboró punto por punto lo que yo decía en ese escrito.

 

Me dijo:

 

Hombre, Orcasas, yo soy escéptico y no creo ni en lo que me como, pero te confieso algo sobrenatural que sucedió en el seno de mi familia, y para lo que no tengo explicación.

 

Sara, mi hija menor, nació con un defecto que le impidió caminar hasta más allá de los dos años. Sentía dolores atroces, y gateaba; o, para mejor decir, arrastraba los piecitos por el piso. A mi mujer y a mí nos partía el alma verla y la pusimos en manos de cuanto médico se nos atravesó, llevándola incluso a un prestigioso hospital de los Estados Unidos especializado en esos casos infantiles de poliomielitis, meningitis, y dolencias similares. Nos costó un ojo de la cara, pero recibimos diagnóstico de desahucio. No había nada qué hacer. Vivíamos en una casa semicampestre, de corredor, y como te he dicho yo soy escéptico; pero mi mujer era creyente y una amiga le habló sobre un médico venezolano (todavía no había sido declarado beato, ni santo), el Dr. José Gregorio Hernández, fallecido hace muchísimos años. Según la amiga de mi mujer, una monja colombiana residente en Venezuela era reconocida como médium o intermediaria para pedir los favores del Dr. José Gregorio, y al ser contactada por mi esposa la monja le informó que ella llegaría a Cúcuta en los próximos días, de paso para Cali, y que estuviera pendiente de ese viaje. El día indicado se reportó, y dio instrucciones de que bañáramos bien a la niña y le pusiéramos para dormir una bata amplia, hospitalaria. Indicó que en el nochero al pie de la cama debíamos disponer una bandeja con instrumental médico de escalpelos y pinzas y tijeras y elementos de uso en cirugía. También gasas, y algodones, y jabón quirúrgico, y alcohol. Debíamos cerrar la puerta a primera hora de la noche y no abrirla por ninguna razón. No debíamos preocuparnos, porque la niña estaría bien. Al día siguiente estábamos mi mujer y yo sentados en el corredor muy nerviosos y a la expectativa, después de pasar la noche prácticamente en vela por la ansiedad. Yo, que soy un bebedor de café tinto y un consumidor de cigarrillos compulsivo, había despachado ya varias tandas. A eso de las siete de la mañana sentimos que la niña abrió la puerta y llegó hasta nosotros… ¡Caminando! No sabemos qué pasó, ni tenemos explicación médica para ese caso clínico perdido que los especialistas habían desahuciado. Considero que ese fue un verdadero milagro, y Sarita es ya toda una mujer que lleva una vida normal. Es la hija que te presenté hace un par de semanas cuando viniste de visita a mi oficina”.

 

Ahí sí, como dice San Mateo en el Evangelio (cap. 13:9-15), “El que tenga ojos, que vea; y el que tenga oídos, que oiga”. Claro que en tratándose de milagros hay creyentes de creyentes, y hay escépticos de escépticos, puesto que hay algunos que “no creen ni aunque un muerto resucite”, según afirma San Lucas (cap. 16:31). Como me lo contó Begow, se los cuento, y él murió convencido de haber sido favorecido con un milagro que presenció con sus propios ojos.

 

Que en paz descanses, mi querido Bernardo, y dale mis saludos a San José Gregorio Hernández.

 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS (ORCASAS)

Abril 12 de 2025

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“El aleteo de una mariposa en Hong Kong

puede desatar vientos tempestuosos en New York”

(Proverbio chino adaptado por Edward Norton Lorenz

en Teoría del Caos)


NTC ... NOTAS y COMPLEMENTOS

La Alcancía

Edificio La Bastilla, sexto piso 

Medellín, Antioquia, Colombia 

" ... la oficina que durante tantísimos años ocupó en el sexto piso del edificio La Bastilla de la Avenida la Playa frente al Edificio Coltejer, oficina que muy apropiadamente apodaba “La Alcancía”, por pequeña y repleta de billetes y monedas y estampillas y libros y antigüedades. ..." 

Fotografías por María Isabel Casas R., de NTC ...  4 de octubre de 2008 

Click derecho sobre cada imagen para ampliarla en una nueva ventana


A la derecha, Sara la hija menor de Bernardo


Izq.: Bernardo y Gabriel Ruiz A. Der: Sara, Bernardo, Gabriel y María Isabel Casas R. 

 Del NTC ... Álbum, 4 de octubre de 2008 

https://photos.app.goo.gl/EFQvLFJy7ucws4p5A

 

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